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Tiene Acapulco, casi de milagro, una clínica de hemodiálisis

El paciente rico con insuficiencia renal se vuelve pobre y el que es pobre se muere. Eso es lo que pasaba con las personas sin seguridad social en Acapulco, Guerrero, y otros lugares, donde nunca antes ha habido el servicio médico gratuito. En esta ciudad, la primera clínica pública se pudo instalar casi de milagro, pues sólo había un edificio en obra negra en el Hospital General Renacimiento y una licenciada en enfermería, Araceli Ruiz, quien en 2016 estudió la especialidad de nefrología en la Ciudad de México.

Lo hizo, aunque sabía que en el puerto no podría poner en práctica su formación. Ella y otras dos compañeras se entrenaron en el Hospital General de México Eduardo Liceaga. Regresaron a Acapulco, de donde son originarias. Tenía demasiada información y una necesidad enorme de compartir sus conocimientos, recuerda Araceli, quien tuvo la idea de crear un diplomado con el aval de la Universidad Autónoma de Guerrero. Impartieron el primer curso en 2018.

En eso estaba cuando en 2021 el gobierno federal, a través del ya extinto Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) planteó ofrecer el servicio de hemodiálisis a pacientes con insuficiencia renal crónica. Éramos las únicas con conocimientos del área, recuerda.

La buscaron para formar parte del proyecto. A diario se reunía con funcionarios federales y “me preguntaban ‘¿qué necesitas, cuáles son los insumos, qué máquinas, dónde se ponen las cosas?’, todo”, y luego se preguntaron sobre qué personal se requería.

Araceli dio la respuesta de inmediato: No se preocupen. ya lo tengo. En ese momento las autoridades se enteraron de la existencia del diplomado, del cual para entonces ya habían egresado alrededor de 200 enfermeros nefrólogos. Aparte, el Insabi se encargó de contratar a dos médicos especialistas en la materia.

Así se inició la Clínica de Hemodiálisis en el Hospital General de Acapulco Renacimiento, en noviembre de 2022, con Araceli Ruiz como coordinadora de enfermería, aunque le pagan como auxiliar regularizada; es decir, tiene el salario y prestaciones, pero no una plaza de base, por lo que está impedida para participar en convocatorias para aspirar a un nivel superior.

La especialista comentó que empezaron con cinco pacientes y en sólo dos meses ya atendían a más de 70. Hasta hace unos días, la unidad contaba con 89 personas activas, es decir, que acuden regularmente a sus citas, lo que no es fácil porque varias vienen de municipios alejados y deben ir tres veces a la semana.

Esa unidad es de las más grandes del país. Tiene 20 máquinas que funcionan seis días de la semana en tres turnos (el domingo se hace una limpieza exhaustiva del área) y no nos damos abasto, comenta, pues falta personal.

Contrataron a 16 enfermeros que se dividen en dos turnos: matutino y vespertino, pero por los días de descanso y vacaciones, trabajan, efectivamente, cuatro en cada uno.

Los pacientes acuden en tres horarios a lo largo del día. Cada sesión de hemodiálisis dura alrededor de tres horas y el reto más grande, señaló Araceli Ruiz, es que los equipos funcionen. Si alguno falla, hay que reorganizar todo porque ninguno puede quedarse sin tratamiento.

La Clínica de Hemodiálisis de Acapulco tiene capacidad para recibir hasta 114 pacientes, pero requiere más personal y un mecanismo más ágil para garantizar que las máquinas no fallen. La empresa contratada se encuentra en la Ciudad de México y tarda tres días en atender las peticiones del hospital.

Zeferino Ayala, director del Renacimiento, confió en que al concretarse la transición de los servicios estatales de salud a IMSS-Bienestar se definan las responsabilidades para contratar más trabajadores, dar seguimiento al contrato y garantizar el abasto de insumos, que son de muy alto costo y no nos pueden faltar ni un día.

Explicó que con la hemodiálisis se están salvando muchas vidas, sin duda, pero falta más porque en el estado las enfermedades crónico- degenerativas son la segunda causa de muerte, y eso va de la mano de la insuficiencia renal crónica.

Esto lo ven en el hospital, a donde llegan los enfermos con falla renal grave, prácticamente en etapa terminal. Otros que viven con el problema y lo saben, rechazan el tratamiento porque se sienten bien y no creen que están en riesgo de morir si no se atienden, señaló el funcionario.

Lo cierto es que quien comienza la terapia de sustitución renal, tiene que preocuparse por cumplir con sus citas, cuidar su alimentación y su catéter (dispositivo necesario para la hemodiálisis) y se olvida de los mil 800 a 2 mil pesos que cuesta cada sesión en alguna clínica privada.

Otro desafío en el que ya se está trabajando es el diseño y puesta en marcha de un programa de trasplante renal. De nada sirve que los pacientes vengan a la hemodiálisis; esto es una medida temporal para que mantengan su calidad de vida, pero deben pasar a la cirugía de trasplante, comentó Ayala.

También falta que el hospital cuente con el servicio de nefrología, lo que implica ofrecer terapias de diálisis que los pacientes puedan llevar a cabo en sus domicilios.

Por lo pronto, la experiencia adquirida en el hospital Renacimiento ha servido para otros nosocomios de Guerrero, como Chilpancingo y Ometepec, donde está en proceso la instalación de clínicas de hemodiálisis.

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