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Un brote de virus asusta en lugares de culto en Asia

En una popular iglesia católica en Filipinas, casi la mitad de los bancos estaban vacíos para la misa dominical. A los pocos cientos de fieles que asistieron se les pidió que evitasen estrechar o sostener la mano de otros durante la oración para evitar la propagación de un virus que comenzó en China.

En Hong Kong, el cardenal John Hon Tong, con una mascarilla en la cara, anunció la suspensión de las misas públicas durante dos semanas e instó a los fieles a seguir la homilía por internet.

Como parte de una orden para evitar las “actividades religiosas colectivas”, los templos budistas, las iglesias cristianas y las mezquitas musulmanas cerraron sus puertas el 29 de enero en la China continental, donde se detectó por primera vez un brote de un nuevo coronavirus en Wuhan, en el centro del país.

Las restricciones y la disminución del número de fieles en los lugares de culto ponen de manifiesto el alcance del miedo al brote, que ha impregnado muchos aspectos de la vida en la golpeada región asiática. El virus ha matado a más de 1.500 personas e infectó a más de 67.000, en su mayoría en China, donde varias ciudades con una población total de más de 60 millones de personas, están en cuarentena en un esfuerzo sin precedentes para tratar de contener la enfermedad.

En Japón, donde los templos budistas y los santuarios sintoístas son una atracción turística, el fuerte descenso en el número de visitantes extranjeros era palpable. En el normalmente popular templo Suzumushi, o de los grillos, un cartel decía: “Debido al impacto del COVID-19, no hay tiempos de espera”, refiriéndose a la enfermedad por el nombre dado por la Organización Mundial de la Salud.

Tras consultar con expertos en salud, la Conferencia Episcopal filipina anunció a finales del mes pasado medidas para luchar contra el virus. Se aconsejó a los fieles que eviten el contacto a través de las manos y que reciban la Eucaristía, que simboliza el cuerpo de Jesucristo, en la mano en lugar de en la boca.

El agua bendita debería renovarse más a menudo en las pilas de las iglesias, añadió instando a la colocación de una tela de protección en las celosías que separan a los curas de los fieles en los confesionarios.

Las multitudes también se han reducido en el popular Wat Pho de Bangkok, un complejo de templos con varios siglos de antigüedad conocido por su Buda reclinado gigante. El templo suele recibir la visita de miles de turistas, muchos de ellos chinos, durante la temporada alta que va de diciembre a febrero. Pero muchos turistas y locales han evitado acudir desde el inicio del brote, apuntó Phra Maha Udom Panyapho, un monje a cargo del turismo en el templo.

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