Tras su trágica muerte, la pintora, escultora, muralista, poeta y luchadora social Elena Electa Arenal Huerta ingresó a las legiones de mujeres artistas mexicanas tristemente olvidadas por la historia.
El Salón de la Plástica Mexicana la recuerda con lo que resulta ser su primera exposición individual, la cual pone énfasis en su obra realizada en Cuba: Electa Arenal, 1935- 1969: Artista revolucionaria, que comprende piezas originales, reproducciones de trabajos que se encuentran en Cuba, fotografías y documentos.
Hija de la muralista coahuilense Elena Huerta (1908-1997) y Leopoldo Arenal, cuñado de David Alfaro Siqueiros, ambos miembros del Parido Comunista Mexicano (PCM) y de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, no es de extrañar que Electa Arenal, como firmaba, fuera una artista comprometida con las causas sociales.
En mayo de 1941, la parte materna de la familia se exilió en la URSS a raíz del atentado contra Leon Trotsky el año anterior. La pequeña Electa permaneció allí hasta terminada la Segunda Guerra Mundial, y regresó a México a los 11 años. Con apenas 14, ingresó a la Escuela Nacional de Pintura y Escultura. En algún momento expresó: es posible que además del ambiente familiar, la permanencia en la Unión Soviética en mis años de infancia haya determinado mi vocación.
Desde que Arenal Huerta nació, vio a su alrededor espátulas, pinceles, paletas y botes de pintura, y entre ellos siempre vivió. Reconocía: no me encontraría a mi misma si dejara de verlos, porque tan identificada estoy con ellos que, si eso sucediera, me parecería que habría perdido mi capacidad de expresión.
También creció rodeada por personalidades del ambiente cultural. Su primera experiencia en el muralismo fue de asistente de su madre en los frescos de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, entre 1951 y 1952, en Saltillo. Luego, se integró al equipo de Diego Rivera para colaborar en los murales del exterior del Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria y del Teatro de los Insurgentes. En paralelo, estudió escultura con Francisco Zúñiga, y se volvió su colaboradora. En 1955, participó en las maquetas para los altorrelieves que cubren las casetas de los elevadores en el Centro Médico del Instituto Mexicano del Seguro Social.
Ese año se casó con el arquitecto Gustavo Vargas Escoboza, miembro del PCM. En 1959, el matrimonio se trasladó a Honduras debido a la represión contra los participantes del partido en